El trabajo, la familia, el gimnasio, el próximo curso online, la salida al monte, la cena pendiente con los amigos… La aparente necesidad de llegar a todo y mostrar que todo es perfecto nos estresa más de lo que creemos.
Hay quien piensa que vida moderna resulta tiránica porque parece que siempre hemos de estar manifestando que somos activos, ambiciosos, viajeros y abiertos a la última tendencia. Los más radicales, que acusan al estilo de vida urbano de estos males, abogan por el retorno a lo rural, o más bien neorrural, en el campo pero con Internet. Quizá no sean necesarios cambios tan drásticos.
Ya superada hasta nueva orden la pesadilla del confinamiento por la que añorábamos ser libres y disfrutar del exterior, una solución intermedia para rebajar la presión puede ser la de refugiarnos en nuestro hogar. Nesting llaman los anglosajones a este hábito, como muffin a la magdalena, que decía el anuncio, y que nosotros podemos denominar, simplemente, quedarse en casa.
Quedarse en casa y hacer planes más serenos, o no hacer planes. Descansar y vaguear un rato, y también abordar aquello que tenemos atrasado, lo que siempre decimos que vamos a hacer y para lo que no nos queda tiempo en el día a día. Por eso, ahora que se acerca el invierno, o eso se supone, organizar nuestro fin de semana en casa se presenta como una alternativa magnífica.
Incluso prever las tareas tampoco es más importante porque, según los expertos, se trata de reducir los niveles de estrés y ansiedad que nos atenazan. Consiste en fluir, dejarse llevar y no obsesionarse por que el plan llegue a su término.
Desde luego, el recurso más socorrido y recurrente es el de tumbarnos en el sofá y hacer un maratón de series o películas, aunque con tantas plataformas, también puede ser estresante.
Tal vez se antoja más inteligente dedicar un tiempo razonable a la pantalla y combinarlo con otras actividades. Como leer, por fin, ese libro que coge polvo en la mesilla, recuperar la receta tan exquisita que requiere más de media hora para prepararla o rescatar un juego de mesa de esos que tus hijos no saben ni que existen. O, también, proponer una cena agradable en pareja o en familia, con velas y hasta la vajilla de la abuela que por pereza solo indultas en Navidad.
Son esos momentos en que redescubrimos los placeres sencillos y las ventajas de la vida lenta, llenos de beneficios, de acuerdo de nuevo con los gurús del bienestar. Te recordamos algunos:
- El más obvio, que reduce el estrés y la ansiedad.
- Nos devuelve algo de equilibrio emocional al distanciarnos de las obligaciones.
- Ayuda a recuperar los lazos emocionales con nuestra pareja o nuestros hijos, sobre todo a partir de la edad adolescente, en que quieren desprenderse de nosotros… ¡con la guerra que han dado de pequeños!
- Nos permite descubrir aficiones y habilidades que pensábamos que no eran para nosotros.
- Nos ayuda a conocernos, porque nada como el silencio, la contemplación o la ausencia de distracciones para reencontrarnos con nuestro yo, a veces tan perdido.
¿Te seduce el nesting? Ya puedes reservar el próximo fin de semana oscuro y de mal tiempo para empezar y continuar de vez en cuando. Porque ¿a quién le apetece salir a la calle con frío y anocheciendo a las seis de la tarde? ¡Nos quedamos en casa! Y mejor si es una casa Abaigar.